


Afrontamiento Religioso de la Soledad
Por Andrea Alzate Aponte
En algún momento de la vida, hemos experimentado el sentimiento de soledad, el cual se puede presentar de manera crónica y prolongada o también de forma temporal y momentánea. En este sentido, la soledad es considerada como una parte básica de la experiencia humana, que puede traer consigo estrés, dolor, desesperanza, agonía… por lo que emocionalmente es sumamente agotadora, además de ser inhibidora en las relaciones interpersonales impidiendo que se logre establecer vínculos sociales significativos. Así pues, autores como Moustakas (1961) Brock (1997) y Rokach (1998) manifiestan que la soledad es una experiencia subjetiva, por ello, el que ésta se perciba de manera negativa o positiva va a depender de cada persona y la interpretación o el significado que le otorgue a la situación que produce este estado. Cabe aclarar, que no siempre la soledad va a desencadenar sentimientos displacenteros. Según Feldman (2003) ella puede inducir una sensación de seguridad y paz porque es un espacio que ofrece la oportunidad de poder descubrirnos a nosotros mismos, desarrollando una mejor tolerancia y comprensión del mundo que nos rodea.
Por otro lado, se puede identificar algunos tipos de soledad como la emocional, en la falta de una relación cercana y significativa que puede dar lugar a sentimientos de ansiedad y aislamiento; la social, que se desarrolla por una red de apoyo social inadecuada o insatisfactoria, desencadenando ansiedad, autoevaluaciones negativas, sentimientos de inferioridad, un aumento en los sentimientos de aburrimiento, estancamiento (sin progreso) y falta de rumbo; la espiritual, cuando no se tiene un relacionamiento con un ser supremo, lo que provoca el sentimiento de alejamiento de Dios; la existencial, en el sentimiento de aislamiento. En consecuencia, la soledad suele presentarse o darse por carencias sociales, afectivas y/o físicas, donde las personas tienden a tener una mala salud percibida.
De modo que, el afrontamiento es todo esfuerzo que se realiza de manera consciente para lograr superar, sobrellevar o controlar una situación difícil y estresante, por medio de estrategias que son dirigidas a regular las emociones o a solucionar un problema, entre las que se encuentran la religión y la espiritualidad. En el afrontamiento religioso se hace uso de la búsqueda de consuelo y respuestas a través de la oración, de experiencias espirituales de tipo pentecostal- cómo escuchar a Dios a través del don de la profecía-, las consultas a los líderes religiosos, la asistencia a los cultos y la búsqueda de amistades dentro de la propia comunidad religiosa. Estos aspectos son especialmente significativos para aquellas personas que entienden la religión como una característica más definitoria de la vida diaria. En tal sentido, el afrontamiento religioso es también una fuente de suma relevancia para para enfrentar la soledad.
Rokach (2012) manifestó que nuestro universo es ilimitado y asombroso, pero por las condiciones sociales duras y las expectativas personales elevadas, no lo vemos, lo que provoca un sentimiento de vacío y una sensación de falta de sentido, no obstante, hay estudios que confirman que necesitamos sentirnos conectados con un ser Supremo o con Dios, porque al ser parte de un grupo religioso, conocer, profesar su fe y realizar las prácticas, se empieza a adquirir fuerza, paz interior y un sentimiento de comunidad y pertenencia.
De igual manera, Andre (1991) sostiene que se puede hallar consuelo a través de la experiencia emocional de una presencia tranquilizadora. Por ello, al enfrentar situaciones turbulentas, el consuelo nos calma y ante la adversidad, nos da compostura (p. 108). Lo que permite identificar que el tener una relación con Dios, apoyada con las experiencias y las prácticas religiosas (como orar, alabar, la profecía, entre otras) proporciona consuelo al sentirse relacionado con Dios, siendo esa presencia protectora, tranquilizadora y poderosa. Asimismo, hacer parte de una comunidad religiosa promueve la participación social y espiritual, los sentimientos de pertenencia y una conexión gratificante con los miembros que pertenecen a ella.
En este sentido, es importante conocer los factores de riesgo de la soledad antes de que se desencadene, para así, lograr definir rutas dirigidas a fortalecer los vínculos sociales significativos y rutinas que la prevengan. En consecuencia, los aspectos de la religiosidad protegen de las sensaciones displacenteras que la soledad puede provocar, sirviendo como mecanismo para prevenir o en el caso de sentirla, poder sobrellevar y hacer frente a ese sentimiento, siendo una red de apoyo que proporciona la sensación de que uno pertenece, es querido y valorado. Por tanto, la soledad no disminuye con la cantidad de interacciones que se realiza, sino con la calidad de las interacciones, por ello la importancia de reconstruir la propia red de apoyo social y establecer relaciones estrechas como una de las formas más eficaces de hacer frente a la soledad. A esto, Weiss (1974) menciona que una red de apoyo fomenta sentimientos de apego, la integración social, la propia valía y la orientación por parte de las personas que la componen.
Bibliografía
Andre, R. (1991). Positive Solitude: A Practical Program for Mastering loneliness and self-fulfillment. NY: HarperCollins.
Feldman, C. (2003). Silence. Berkeley, CA: Rodmell Press.
Moustakas, C. E. (1961). Loneliness. Engelwood Cliffs, NJ: Prentice Hall.
Paloutzian, R., Park, C. L. (2005). Handbook of the Psychology of Religion and Spirituality. Chapter 26. The Guilford Press. 498-514 26.
Rokach, A. (2001). Strategies of coping with loneliness throughout the lifespan. Current Psychology: A Journal for Diverse Perspectives on Diverse Psychological Issues, 20(1), 3–18.
Rokach, A., Chin, J., & Sha’ked, A. (2012). Religiosity and coping with loneliness. Psychological Reports, 110(3), 731–742.